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Coral del Mundo - Ciudad de Buenos Aires - Argentina

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La música de los Ainur

La música de los Ainur

AINULINDALË

Extraido de "El Silmarillion", de J R R Tolkien

La música de los Ainur

En el principio estaba Eru, el único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa. Y les habló y les propuso temas de música; y cantaron ante él y él se sintió complacido. Pero por mucho tiempo cada uno de ellos cantó solo, o junto con unos pocos, mientras el resto escuchaba; porque cada uno sólo entendía aquella parte de la mente de Ilúvatar de la que provenía él mismo, y eran muy lentos en comprender el canto de sus hermanos. Pero cada vez que escuchaban, alcanzaban una comprensión más profunda, y crecían en unisonancia y armonía.
Y sucedió que Ilúvatar convocó a todos los Ainur, y les comunicó un tema poderoso, descubriendo para ellos cosas todavía más grandes y más maravillosas que las reveladas hasta entonces; y la gloria del principio y del esplendor del final asombraron a los Ainur, de modo que se inclinaron ante Ilúvatar y guardaron silencio.
Entonces les dijo Ilúvatar: -Del tema que os he comunicado, quiero ahora que hagáis, junto y en armonía, una Gran Música. Y como os he inflamado con la Llama Imperecedera, mostraréis vuestros poderes en el adorno de este tema mismo, cada cual con sus propios pensamientos y recursos, si así le place. Pero yo me sentaré y escucharé, y será de mi agrado que por medio de vosotros una gran belleza despierte en canción.
Entonces las voces de los Ainur, como de arpas y laúdes, pífinos y trompetas, violas y órganos, y como de coros incontables que cantan con palabras, empezaron a convertir el tema de Ilúvatar en una gran música; y un sonido se elevó de innumerables melodías alternadas, entretejidas en una armonía que iba más allá del oído hasta las profundidades y las alturas, rebosando los espacios de la morada de Ilúvatar; y al fin la música y el eco de la música desbordaron volcándose en el Vacío, y ya no hubo Vacío. Nunca desde entonces hicieron los Ainur una música como ésta aunque se ha dicho que los coros de los Ainur y los Hijos de Ilúvatar harán ante él una música todavía más grande, después del fin de los días. Entonces los temas de Ilúvatar se tocarán correctamente y tendrán Ser en el momento en que aparezcan, pues todos entenderán entonces plenamente la intención del Único para cada una de las partes, y conocerán la comprensión de los demás, e Ilúvatar pondrá en los pensamientos de ellos el fuego secreto.
Pero ahora Ilúvatar escuchaba sentado, y durante un largo rato le pareció bien, pues no había fallos en la música. Pero a medida que el tema prosperaba, nació un deseo en el corazón de Melkor: entretejer asuntos de su propia imaginación que no se acordaban con el tema de Ilúvatar, porque intengaba así acrecentar el poder y la gloria de la parte que le había sido asignada. A Melkor, entre los Ainur, le habían sido dados los más grandes dones de poder y conocimiento, y tenía parte en todos los dones de sus hermanos. Con frecuencia había ido solo a los sitios vacíos en busca de la Llama Imperecedera; porque grande era el deseo que ardía en él de dar Ser a cosas propias, y le parecía que Ilúvatar no se ocupaba del Vacío, cuya desnudez lo impacientaba. No obstante, no encontró el fuego, por el Fuego está con Ilúvatar. Pero hallándose solo, había empezado a tener pensamientos propios distintos de los de sus hermanos.
Melkor entretejió algunos de estos pensamientos en la música, e inmediatamente una discordancia se alzó en torno, y muchos de lo que estaban cerca se desalentaron, se les confundió el pensamiento, y la música vaciló; pero algunos empezaron a concertar su música con la de Melkor más que con el pensamiento que habían tenido en un principio. Entonces la discordancia de Melkor se extendió todavía más, y las melodías escuchadas antes naufragaron en un mar de sonido hasta que pareció que alrededor del trono había estallado una furiosa tormenta, como de aguas oscuras que batallaran entre sí con una cólera infinita que nunca sería apaciguada.
Entonces Ilúvatar se puso de pie y los Ainur vieron que sonreía; y levantó la mano izquierda y un nuevo tema nació en medio de la tormenta, parecido y sin embargo distinto al anterior, y que cobró fuerzas y tenía una nueva belleza. Pero la discordancia de Melkor se elevó rugiendo y luchó con él, y una vez más hubo una guerra de sonidos más violenta que antes, hasta que muchos de los Ainur se desanimaron y no cantaron más, y Melkor predominó. Otra vez se incorporó entonces Ilúvatar, y los Ainur vieron que estaba serio; e Ilúvatar levantó la mano derecha, y he aquí que un tercer tema brotó de la confusión, y era distinto de los otros. Porque pareció al principio dulce y suave, un mero murmullo de sonidos leves en delicadas melodías; pero no pudo ser apagado y adquirió poder y profundidad. Y pareció por último que dos músicas se desenvolvían a un tiempo ante el asiento de Ilúvatar, por completo discordantes. La una era profunda, vasta y hermosa, pero lenta y mezclada con un dolor sin medida que era la fuente principal de su belleza. La música de Melkor había alcanzado ahora una unidad propia; pero esra estridente, vana e infinitamente repetida, y poco armónica, pues sonaba como un clamor de múltiples trompetas que bramaran unas pocas notas, todas al unísono. E intentó ahogar a la otra música con una voz violenta, pero pareció que la música de Ilúvatar se apoderaba de algún modo de las notas más triunfantes y las entretejía en su propia solemne estructura.
En medio de esta batalla que sacudía las estancias de Ilúvatar y estremecía unos silencios hasta entonces inmutables, Ilúvatar se puso de pie por tercera vez, y era terrible mirarlo a la cara. Levantó entonces ambas manos y en un acorde más profundo que el Abismo, más alto que el Firmamento, penetrante como la luz de los ojos de Ilúvatar, la Música cesó.



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Sobre la queja inútil y el aceptarse a uno mismo.

Sobre la queja inútil y el aceptarse a uno mismo.

De “Your erroneous zones”, Wayne W. Dyer.


El amor propio, el amarse a sí mismo implica aceptarse a sí mismo reconociéndose como un ser humano valioso y porque así lo decide uno mismo. Esta aceptación implica también una plenitud, una falta de protestas y quejas. La gente que funciona plenamente no protesta jamás, especialmente no protesta porque la calle tiene baches ni porque el cielo está muy nublado o hace demasiado frío. La aceptación implica no protestar o no quejarse, y la felicidad implica no protestar por lo que no tiene remedio o por lo que no hay nada que hacer. La protesta y la queja son el refugio de la gente que desconfía de sí mismo. Contarle a los demás las cosas que no te gustan de ti mismo contribuye a que sigas insatisfecho, porque lo único que ellos no pueden hacer es negarlas, y entonces, no les crees. Así como lamentarse ante los demás es un acto inútil, aceptar que los demás abusen de ti cargándote con sus fardos llenos de problemas y autoconmiseración, tampoco ayuda a nadie. Una pregunta muy sencilla terminará generalmente con este comportamiento tan inútil como desagradable: “¿Por qué me estás contando esto?” o “¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte a solucionar este problema?”
Al hacerte a ti mismo esta pregunta, empezarás a darte cuenta que la conducta de los lamentos es realmente una locura total. Es tiempo malgastado, tiempo que puede emplearse mejor practicando alguna actividad como podría ser elogiarte un poco en silencio o ayudando a otra persona a que pueda realizarse.
Hay dos instancias en las cuales la queja resulta la peor de las posibilidades: 1) cada vez que le dices a alguien que estás cansado. 2) cada vez que le dices a alguien que no te sientes bien. Si estás cansado, puedes hacer distintas cosas para remediarlo, pero quejarte aunque sea a tus seres queridos, es un abuso de confianza. Y no hará que te sientas menos cansado. Y el mismo tipo de lógica se puede aplicar a tu “no me siento bien”.
No estamos diciendo nada aquí sobre los casos en los que comunicar a los demás de que no te sientes bien puede significar que éstos te ayuden de alguna manera por más pequeña que sea. De lo que hablamos aquí es de las quejas a los demás en los casos en que éstos no pueden hacer nada por nosotros, aparte de aguantar estos rezongos. Además, si realmente sientes alguna molestia o dolor, querrás ocuparte tu mismo de esto, en lugar de elegir a alguien como apoyo y obligarle a compartir tu carga.
La lamentación de uno mismo es una actividad inútil que impide que vivas tu vida en forma eficiente y positiva. Te impulsa a tenerte pena a ti mismo e inmoviliza tus esfuerzos por dar y recibir amor. Más aún, disminuye tus oportunidades de mejorar tus relaciones afectivas y aumentar tus relaciones sociales. Y aunque logres atraer la atención de los demás sobre tu persona, lo lograrás de una manera que sin duda ensombrecerá tu propia felicidad.
La posibilidad de aceptarse a ti mismo sin protestar implica una comprensión amplia, tanto del proceso del amor por uno mismo como del proceso de elaboración de estas quejas y protestas dentro de nosotros mismo, que resultan ser términos mutuamente excluyentes. Si auténticamente te amas a ti mismo, entonces las quejas a los demás, que no pueden hacer nada por ti, se convierten en una actividad imposible de defender o justificar. Y si encuentras en ti mismo (y en los demás) cosas que te disgustan, en vez de quejarte pueden empezar inmediatamente a hacer lo necesario para corregir esa situación.
La próxima vez que te encuentres en una reunión social con otras gentes, puedes ensayar el ejercicio siguiente. Anota cuánto tiempo se ha empleado en conversaciones en que se lamentaban de algo. Ya sea de uno mismo, o de los demás, de cosas que pasan, los precios, la meteorología o cualquier cosa. Entonces, al finalizar la reunión, cuando todo el mundo se ha ido a su casa, pregúntate a ti mismo: “¿Qué se logró con la mayoría de las quejas y protestas que se hicieron esta noche?”. “¿A quién le importan realmente las cosas de las que nos lamentamos esta noche?”. Entonces, la próxima vez que estés a punto de protestar o quejarte de algo, recuerda la inutilidad de aquella ocasión.

Consejo Profesional de Ciencias Económicas

Consejo Profesional de Ciencias Económicas

Viernes 22 de octubre 2004

El 22 de octubre el Coral del Mundo nos presentamos en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, Viamonte 1549 - Ciudad de Buenos Aires, a las 19:30 horas. En esa ocasión compartimos escenario con la agrupación Triburbana, dirigida por la Mº Irene Nocito.
Gracias al Consejo Profesional de Ciencias Económicas, y a la organizadora del evento, la Dra. María Mercedes Alessi, y un placer conocer a Triburbana.

Por dónde hemos andado...

Por dónde hemos andado...

En noviembre del 2003, el Coral del Mundo viajó a Gualeguay. Los pocos que pudieron soportar las grandes cantidades de alcohol ingeridas, a duras penas pudieron mantenerse en pie para esta foto.

De derecha a izquierda:
Fila de atrás: Gaby, Ale, Alan, Zorbita y Guille.
Fila del medio: Ruth, Vero, Pato, Bet y Eli.
Fila adelante: Lau, Lili, Cori, Gaby, Eva, Iani y Esteban

Sergio: sacando la foto
Raquel: hablando por teléfono
Susy: escondida en la plaza, o en Rosario

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